
Estaba descalza , pero no escuchaba el quejido de sus pies. Sus pasos marcaban el ritmo de sus latidos, y cada latido, le hacía experimentar un sentimiento distinto. Miró un momento hacia atrás, sólo un momento. Sintió la bofetada del silencio.La luna saldría en breve. Le dolía la garganta, había gritado demasiado.
Corrió sobre las hojas muertas. Sabía que no le haría falta ninguna luz para seguir avanzando, no era la primera vez. Lo único que se escuchaba eran sus pasos apresurados. Súplicó. Corría tan rápido que creyó ir más adelantada que el tiempo. Tenía que llegar...
Unas lágrimas le nublaron la vista. Sentía dolor. Creyó estar observada por las estrellas. No podía más. Sus puños estaban desgastados, había luchado demasiado. Sus lágrimas dejaron un camino plateado en el suelo árido. Sus ojos empezaron a alcanzar su destino. Su respiración se hacía fuerte, desesperada por salir del cuerpo. Murmuraba palabras que cualquier persona pensaría que eran sin sentido y que nadie entendería nunca.
Cayó. Le costó levantarse.
Llegó. Su escondite.
Con manos nerviosas, apartó las ramas. Sintió cómo se arañaba los brazos y la cara. Intentó aguantar el dolor, pero fue imposible, había aguantado demasiado.
Se sentó en su refugio. Cerró los ojos. Sollozó. Se tapó los oídos. No podía mover las piernas, el camino de su vida había sido demasiado largo.
Intentó no pensar. Serenarse.
Sabía que ahí ya estaba segura, nadie la encontraría.
Se abrazó a sí misma. Quiso sentir frío.
Encerrada en su escondite.
No sabía si volvería a salir.
Dejó de llorar, no tenía lágrimas.
Intentó dejar de vivir, pero seguía teniendo sueños.