miércoles, marzo 04, 2009

Vidas

Piensa en un día cualquiera del año, escoge una línea de autobús al azar y coloca las manecillas de tu reloj en la posición exacta de las 19.27. Siéntate en el asiento que siempre queda vacío y observa.

Ahí están. El bebé más risueño que busca miradas en desconocidos. La anciana que siempre deseó ser abuela que lo contempla con una sonrisa en los labios. El chico que se siente seguro con su guitarra a la espalda y que se propuso a sí mismo el reto de conmover a tres personas con sólo dos acordes. La joven que mira a través del cristal empañado con un brillo especial en los ojos que crea un halo mágico, poético, que deslumbra a un aficionado a los retratos fotográficos, sentado a su lado. El pesimismo toma forma tras los gruesos cristales de las gafas del hombre que se siente un grano de arena mientras lee las necrológicas. El niño que siente que todas las calles que se apresuran tras la ventanilla son iguales y que el tiempo se queda estancado en el charco de barro que descansa bajo un semáforo en rojo. La persona que vuelve a ver la ciudad que hacía años no visitaba y a la que, cada farola, cada árbol y cada esquina le regalan viejos y dormidos olores, desilusiones y caricias. El joven cuyos ojos revoletean buscando un color cálido donde posarse para evitar el gris que colorean sus pasos perdidos.

Nos cruzamos con miles de vidas diferentes cada día que encarnan experiencias, contradicciones, sentimientos, sueños y caminos...Vidas que nunca volverás a ver, que nunca llegarás a conocer. Y nadie se sorprende.

Sentada en el asiento de la penúltima fila, en el lado de la ventanilla, observando, imaginando y creando,

a dreamer.