martes, septiembre 11, 2007

Mi final

Estaba en un bosque profundo, los rayos del sol se rompían en mil pedazos al atravesar las numerosas y espesas ramas.
Estaba solo, completamente solo. No podía pedir ayuda, aunque sabía que no la necesitaba.
Un largo camino de piedra dividía en dos el bosque. El camino parecía no tener principio, atrás sólo veía niebla.
No recordaba cómo había llegado hasta ahí pero tampoco le importaba.
No paraba de caminar. Se sentía seguro y por una extraña razón, creía en sí mismo y en lo que estaba haciendo en ese momento.
Una suave brisa acariciaba a las delicadas flores, incitándolas a bailar. Rozaban, entre las piedras, a sus pies descalzos y lo invitaban a quedarse con ellas, allí, en ninguna parte, en una eterna paz. Pero no podía parar, ya no.
Avanzaba lentamente, sin perderse ningún detalle de lo que le rodeaba. Admirando la complejidad de lo que cualquiera llamaría sencillo, apreciando cada muestra de vida que antes parecía invisible, cada luz, cada color… Sin prisas, sin ataduras. Sintiéndose por primera vez libre.
Un paso, otro paso…
No podía controlarse. Reía, lloraba. Amaba, odiaba. Un huracán de sentimientos nuevos, jamás experimentados, y de viejos y olvidados cabalgaban por su cuerpo. Rápidamente. Sin parar, como su viaje.
Miró a ambos lados, a la espesura. Le pareció ver caras conocidas, antiguas y recientes. Lo contemplaban con una sonrisa. Ninguno se movía, nadie llegaba hasta él. Sólo sonreían y saludaban con la mano. Sonrió dejando galopar a sus lágrimas. Se sintió fuerte. Empezó a correr.
Las personas pasaron a formar parte de la niebla.
Corría por el camino, libre, orgulloso. Sentía que no podía tropezar, caer, así que miraba al frente, nunca al suelo empedrado. Sus pies eran ágiles, casi volaban.
De pronto, paró.
El camino había acabado.
Escudriñó el horizonte, sólo había oscuridad, un gran vacío que le pareció hermoso. Lo llamaba.
Antes de dar ningún paso miró a su alrededor por última vez. La vida se despedía dulce y amargamente. Acarició a su vida, ella cerró los ojos y disfrutó de ese contacto mientras unas lágrimas surcaron sus delicadas y pálidas mejillas. Él le agradecía y se disculpaba por aquello que nunca hizo y siempre deseó. Ella cogió sus manos y tras unos segundos, con una sincera sonrisa, atravesó la niebla que él había dejado atrás. Aún podía escuchar sus pasos, alejándose.
El silencio lo llamaba. Se giró y tras un suspiro avanzó hacia la oscuridad, perdiéndose para siempre.
Mientras, en el largo camino de su vida, los recuerdos fueron olvidados y las flores se marchitaron.

Algo que escribí hace más o menos 2 años, creo recordar...

Sin ideas.

Sueños,

a dreamer.