miércoles, mayo 02, 2007


Los paisajes danzaban de la mano, al ritmo creciente. El Sol jugaba usando el reflejo como pista de su escondite. Acariciaba lentamente los nombres grabados en el apoya brazos. Con un dedo trazó un interrogante en la ventanilla, sintiendo el frío. En su cabeza sonaban acordes de una melodía cansada. Lentamente se desabrochó el reloj y lo abandonó en el asiento vacío que dormitaba a su lado. Y sin él, dejó de pensar en qué había significado su rutina de esas horas, si en otro día menos u otro más.

Toda la tinta que sangran mis manos es para ti. Necesitaremos más jornadas de poesía con humo y té...


Me gusta pensar que los niños aún siguen dibujando trenes de vapor,

a dreamer.