Los ojos se volvieron de espaldas a la realidad que danzaba fuera. De sus pies nacían raíces que intentaban buscar algún hueco en el asfalto. Sus manos, que tantas veces habían sangrado tinta, apretaban con miedo, al pensar que quizás no había otra ocasión para sentir ese miedo. Las palabras nacían en el pecho y morían en el tacto. Oían el reflejo del corazón del otro. Los cabellos se desenredaban al paso de las caricias, y se volvían a enredar, en silencio, para volver a ser acariciados.
Una pequeña muestra de toda la magia que se encuentra en un abrazo.
A Dreamer.
2 Comments:
necesito un abrazo de esos, aunque sea a distancia...
clementine
Cuánta sabiduría en tan pocas palabras... sigo aqúí, leyendo, sintiendo y soñando cada letra que posas en mi pantalla como un soplo de aire fresco que entrase por mi ventana en cada amanecer.
Mil seiscientos trece besos
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