Quizás no estaba viendo el traje de novia, a lo mejor ni estaba allí, sólo él puede saber lo que le llevó a apoyarse en esa columna: cansancio, ensoñación, tristeza, melancolía, recuerdos, esperanza. Cualquiera de las opciones se me antoja tristemente mágica. A mí es algo que no se me escapa, y eso es lo que ahoga. Aún así, sólo puedo reconocer magia de nuevo en él, por mucho que duela. Sigue viviendo con los pelos de la piel, son la mejor compañía para los sentimientos. Mil seiscientos trece besos
¿No te encanta imaginarte las vidas de las personas que hay a tu al rededor? (Me sé la respuesta de esta pregunta... ¡Encantadora nudista! :P )
Los autobuses son los sitios ideales para hacerlo. Mi personaje favorito es un psicologo humanista que lee a Kant en todos los trayectos y mira a la luna ya que ella le recuerda que hasta en los momentos más oscuros hay una luz que nos guia. Todas las noches cojemos en la misma parada el último autobus. A él le espera su pareja, un joven artista espontaneo y extravagante el cual cada noche prueba recetas asquerosamente estrafalarias y llenas de especies las cuales el psicologo odia pero con un absurdo sadoquismo se las come. El amor no tiene estómago.
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Quizás no estaba viendo el traje de novia, a lo mejor ni estaba allí, sólo él puede saber lo que le llevó a apoyarse en esa columna: cansancio, ensoñación, tristeza, melancolía, recuerdos, esperanza. Cualquiera de las opciones se me antoja tristemente mágica. A mí es algo que no se me escapa, y eso es lo que ahoga. Aún así, sólo puedo reconocer magia de nuevo en él, por mucho que duela.
Sigue viviendo con los pelos de la piel, son la mejor compañía para los sentimientos. Mil seiscientos trece besos
¿No te encanta imaginarte las vidas de las personas que hay a tu al rededor? (Me sé la respuesta de esta pregunta... ¡Encantadora nudista! :P )
Los autobuses son los sitios ideales para hacerlo.
Mi personaje favorito es un psicologo humanista que lee a Kant en todos los trayectos y mira a la luna ya que ella le recuerda que hasta en los momentos más oscuros hay una luz que nos guia. Todas las noches cojemos en la misma parada el último autobus. A él le espera su pareja, un joven artista espontaneo y extravagante el cual cada noche prueba recetas asquerosamente estrafalarias y llenas de especies las cuales el psicologo odia pero con un absurdo sadoquismo se las come. El amor no tiene estómago.
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