domingo, noviembre 19, 2006

De esa época no recuerdo mucho. Sólo olores y colores. Bueno y esos zapatos. Los zapatos negros teñidos de barro amante de los día de lluvia. Siempre acompañados con esa música del pasado que ya no se puede escuchar ni siquiera allí.
Solía poner mi mano en el cristal de la ventana del salón en los largos días de lluvia para sentir el frío de fuera, contemplar la perfección de esas gotas que me parecían infinitas y preguntándome si la luna se mojaría...
En ese momento se abría la puerta. Y me olvidaba de la lluvia. Corría y ,de puntillas, le ponía en la cara mi mano aún fría por el cristal. Con ternura y paciencia me la calentaba. Siempre tenía las manos calientes. Mientras lo hacía miraba sus ojos negros rebosantes de vida. Bajaba mi cabeza y miraba sus zapatos negros, llenos de barro. Él sonreía y ponía su dedo índice en los labios. Me contagiaba su sonrisa. Y en ese momento, el tiempo se convertía en nuestro aliado y se paraba para contemplarnos, envidioso. No hablabamos, ¿para qué?
Y luego, mi madre le reñía por los zapatos. Y él sonreía. Sus zapatos querían correr solos, tener una vida propia. Huir...
Llegaron más días de lluvia. Demasiados. Ahora las lágrimas eran infinitas, imitando a las gotas de lluvia. Caían pesadamente, con perfección. Con una perfección que llegué a odiar. Pero yo estaba lejos, con las manos frías, mirando la lluvia de afuera. Disimulando que no sabía que también llovía dentro.
Después, el silencio de después de la tempestad. Y ahora, era yo la de barro en los zapatos. Como protesta de no volver a ver aquellos zapatos negros.
Me encantaban esos zapatos. Ignoraba donde habían estado antes de verme o incluso donde estarían después. Pero daba igual, era lo de menos. Me gustaba ver barro en los zapatos, significaba que tenían un camino. Un camino, un objetivo, una dirección. ¿Qué importaba estar equivocado o acertado?
Y ahora, cada vez que veo unos zapatos con barro me acuerdo de él y de su camino y vuelvo a escuchar la música del pasado...esa que creí que ya no se podía escuchar.

A Dreamer

1 Comments:

Blogger Phantom escrbió...

Nunca digas que unos zapatos se estropearon, sino que vivieron demasiadas emociones. Sigue oyendo los abrazos del pasado, siempre irán contigo allá donde vayas, siempre que TÚ los necesites, porque en el momento triste que no sea así, se irán para sólo persegurinos con la cara desdibujada por la niebla.
Mil sesicientos trece besos guapetona

lunes, noviembre 20, 2006  

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